martes, 19 de mayo de 2009

Recuerdos marañosos

Era tarde, pero se metieron igual. Árboles, ramas, hojas enmarañadas, enjambres de enredaderas y lianas. Lo único que servía como escudo y machete era un pedazo de tronco clueco y maltrecho. Pero nada importaba entonces. Era más la curiosidad, la intriga de esos sonidos salvajes, la comezón por saber qué había más allá de ese monte que se levantaba, inmenso, a la vuelta de sus casas.

Entraron y entraron por lo que parecía ser un sendero desdibujado. De pronto, un estruendo. Y un grito. Feroz, cegado. “¿Quién anda por ahí?”. De nuevo el estruendo, una y otra vez. Eran tiros. Ellos sabían que eran tiros, aunque nunca antes habían escuchado uno de verdad. Al piso algunos. A la carrera otros. Para un lado, para el otro. “¡No dispare, somos niños!”, gritaba uno de ellos. Otro, lloraba con la cabeza tapada con los brazos. “¿Y Julián? ¿Dónde está Julián?”, se oía en medio de la agónica desesperación.

Huyeron, como pudieron. El canal, más abajo, hizo de refugio. De repente, el silencio. Y lo ven ahí, tendido, manchado y con los ojos dados vuelta. Otra vez, un grito. Otra vez, la confusión. Por última vez, la imagen de su amigo Julián.

Los años pasaron. Hoy, un extenso barrio residencial tapa ese monte de marañosos recuerdos.

3 comentarios:

Word dijo...

Muy parecida a alguna de las cientos de aventuras en mi barrio de mi infancia, auque los chacareros siempre tiraban al cielo...

Besos!

el_iluso_careta dijo...

buen relato...

...:: oO El Agujero Negro™ Oo ::... dijo...

que triste... se me hizo un vacio en el pecho... :(