martes, 7 de septiembre de 2010

Sobre las cuerdas, y los no tanto

- ¿Viste? A veces es difícil controlar la cuerda. Porque se mueve la muy guacha. Porque tira para un lado y para el otro como le conviene, sin previo aviso ni consideración.
- Decímelo a mí que trato de manotearla hace rato. Y cuando por fin la agarro, y casi casi que la amarro, se me escabulla otra vez la muy turra.
- ¡Sí! ¡Así hace! Y encima se queda un ratito largo ahí sujeta ella. Aunque te haga creer que quien la sujeta sos vos. Y de repente... ¡zas! si te he visto no me acuerdo.
- Cosa difícil si las hay. El otro día le pegué un hondazo. La dejé enclenque a la pobre... Bah, eso creía yo. La tironié a más no poder. La di miles de vueltas alrededor de la pata de la cama. Cuando volví del baño, ya estaba suelta, flameando histérica, galante, sonriente, y hasta se daba el lujo hacerme burla.
- ¿Será que no es bueno tironearla...?
- Y... yo entiendo que no le guste. Pero algún modo de dejarla quietita ha de haber. Sino, ¿cómo hace el resto?, ¿cómo andan tan sueltos de cuerpo con la cuerda ahí, disparando para el lado que más le guste cuando más le plazca?
- Vaya a saber... Capaz hay que dejarla suelta.
- ¿Y si la sujetamos con la la cabeza?
- ¿Con la cabeza?
- ¡Sí, cabezón! nos concentramos, hacemos fuerza espiritual o telepática que le dicen, y capaz tenemos suerte...
- ¿Vos decís?
- ¡Más bien! Yo creo que la cabeza debe andar haciendo que la muy guacha se vaya cuando quiere que se vaya. Y que se quede cuando quiere que se quede. Capaz es la cabeza la culpable de todo... Y nosotros meta darle cuerda a la cabeza...

Nota: disculpen tan larga ausencia, andaba descifrando cómo controlar la cuerda y la cabeza... ¿Que si lo logré? Masomenos nomás. Pero seguimos en el intento.