miércoles, 29 de abril de 2009

Destrucción ecuménica

No voy en tren, menos en avión. Voy en bondi y tardo casi 16 horas en llegar. Y encima me olvidé la pastillita pa' dormir. Destrucción ecuménica, si las hay.

martes, 28 de abril de 2009

Inocencia endiablada

“¡Saquen al demonio! ¡Me persigue! ¡Sáquenlo!”. Esas fueros sus últimas palabras. Así se despidió de un lazo de complicidad que las unía. Alucinando y sin que ningún exorcismo posible pudiera aliviarla, gritó echando fuego por su cuerpo hasta que T tuvo que huir, llorando su desolación, de la habitación del hospital donde su tía J deliraba sus últimas horas.

T había compartido con J casi todo en su corta vida. Una vez, J le había enseñado a T a leer la borra del café -costumbre ancestral de la familia-, pero T nunca divisó allí tan estruendoso final: el día en que J despertó descarrillada, envenenada, y dejó de mirarla.

De repente, como si supiera que la muerte le rondaba, J prefirió la soledad de sus 80 años en la inmensidad de su antigua y descascarada casa. Sus ojos se transformaron y parecían destellar odio. Alechuzados de odio, parecían. Pero en realidad, su ternura se había transformado en dolencia de haberlo perdido todo: su marido, su único hijo y ahora su sobrina T, que de pronto le tenía miedo.

La salud de J se fue apagando, hasta que la internaron. Entonces T decidió visitarla, darle aunque sea el último beso, la última caricia, y decirle cuánto la quería. Pero J se transformó otra vez. El demonio estaba ahí. Se instaló ahí, entre las dos. Entonces T no pudo despedirse de su tía, que le enseñó mal a leer la borra del café. O lo hizo, sí, varios años después, endiablando su inocencia.

sábado, 25 de abril de 2009

Mis 15

1) Las 7 de la tarde.
2) Mis clases de cajón peruano.
3) Mis tardes en casa, escribiendo lo que me gusta.
4) El olorcito a durazno de mis sahumerios.
5) Música y un libro, en la cama.
6) La soledad inmaculada de mi monoambiente.
7) Las caminatas por San Telmo.
8) El sol otoñal en la cara, mientras pelo mandarinas en el parque Lezama.
9) Los colores de mi cubrecama.
10) Las pizzas de Tío Felipe, en San Telmo.
11) Andar en patas, sin ropa y con el pelo atado.
12) La ducha eterna de la mañana temprano.
13) Mi mate larrrrgo y amargo.
14) El Río de la Plata desde mi ventana.
15) El vértigo que me produce el viento furioso en el 10º piso.

Nota: No suelo engancharme en cadenas cibernéticas, pero éste es un pedido de mi amiga Fer: los 15 momentos de mi vida cotidiana que me producen placer. Ahora, se supone, debo designar a 5 blogs para que continúen con ella (vaya tarea). Sorteo previo, aquí van: Sentido urbano, Sin panquequear, Propiamente dicho, Colorita, ¡Qué blogudo!.

viernes, 24 de abril de 2009

Y se murió, nomás

"Es domingo a la mañana en Santiago del Estero. El sol se olvida de que el verano, por orden del calendario, ha terminado. Y calienta como si uno tuviese un soplete en la nuca. El cielo es celeste furioso y está rayoneado con nubes.

Aunque el día es hermoso, el viaje comienza mal. En la puerta de la casa de Sixto Palavecino espera Rubén, uno de sus hijos. "El papi no está bien", anuncia, haciendo gala de esa costumbre santiagueña de llamar papi y mami a los progenitores, aún cuando el nene en cuestión tenga más de 50.

La idea era hablar con uno de los últimos referentes históricos del folclore argentino. Pero el poeta, cantante, "violinisto sachero" y difusor del quichua -ya es material de consulta su traducción del Martín Fierro, que le llevó casi una década- está enfermo. No tiene sentido preguntar qué le pasa. A los 94 años, uno tiene pleno derecho de enfermarse de cualquier cosa e incluso de cometer la imprudencia de morirse."

Y se murió, nomás.

Nota: El texto en entrecomillado es un extracto de la nota que escribió hace muy poco mi amigo y colega Diego Jemio. Estaba muy enfermo, Don Sixto. Así que tuvo que pensar cómo escribir una entrevista con un diálogo muy corto. Y supo hacerlo muy bien: con lindísimas e ingeniosas descripciones. La nota se titula "La leyenda del violín del monte", y se publicó el 19 de abril en Clarín Espectáculos.

jueves, 23 de abril de 2009

Ale

Las vestían igual. El mismo enterito amarillo, con igual dibujito en la panza e idéntico sombrerito a rayas. Baberito blanco con puntillas, zapatitos tejidos al tono. Y ahí las dejaban, en el piso del patio, jugando, trompeándose, intentando levantarse y gatear. Parecían mellizas, pero eran primas y se llevaban un par de meses de diferencia. La más grande, Ale, tenía síndrome de down. Pero no se notaba. A esa edad nada se nota. Ni siquiera el peligro. Ni siquiera la muerte. Una mañana, cuando el sol merodeaba detrás de la galería, Ale empezó a caminar. Y se lanzó nomás. Sobre sus pasos difusos, sobre su cuerpito trasgresor, tambaleó y tambaleó hasta llegar a la pileta del fondo. Nadie vio su tenue figura alejándose de la sombra. Nadie oyó el chapuzón. Nadie supo explicarle a su casi melliza por qué Ale no volvió a jugar con ella nunca más.

martes, 21 de abril de 2009

Cum-papadá

Cum-papadá-cum-cum-pa-da. Mate va, mate viene. Martillo de acá, clavo de allá. Un poco de cola en los bordes. Tornillos en la tapa. Y a probarlo. Dumgumdumdum-gogo-dumgumdum-gogo. Pucha, cómo duele la mano. Ashe ashé, ashe ashé. Cansa, che, ¡pero qué placentero es! Ashe ashé, ashe ashé. Sólo me falta lijarlo un poco. Un par de patitas. Un touch de pinturita. Y cum-papadá-cum-cum-pa-da. Mi primer cajón peruano.

domingo, 19 de abril de 2009

Medir desde mi ventana

Nunca fui a la cancha. Pero suelo medir los partidos de fútbol desde mi ventana. Sobre todo cuando juega Boca. Y no porque yo sea (por decir que soy de algún equipo) de Boca, sino porque vivo a pocas cuadras de la bombonera. Por eso, insisto, sé medir los partidos desde mi ventana del 10º piso. A pesar de la altura y la distancia, sé identificar el ánimo que camina por la avenida, el malón, la masa, que acapara todas las paradas de colectivos, todos los taxis, todas las veredas y casi media calzada. Hoy supe que Boca y River habían empatado. Y no por haber visto antes el resultado. El silencio, las expresiones neutras, las caras largas y cansadas eran un claro empate. Y arriesgo más: por el poco entusiasmo sé que, encima, el partido fue aburrido. O sea, el resultado no pasó del 1-1.

miércoles, 15 de abril de 2009

Cuenta gotas

Uno, dos, tres. Cuenta. Las cuenta. Cuatro, cinco, seis. Si supiera que en algún momento dejarían de caer no las contaría más. Seis, siete, ocho. La levantan temprano, la cambian, le dicen que deben irse. Nueve, diez, once. Bajan las escaleras. El murmullo, un llanto, el grito intrépido. Doce, trece, catorce. Le tapan los ojos, pero escucha, siente. Quince, dieciséis, diecisiete. Se la llevan rápido, para que no se de cuenta. Deja de oírlas, pero las sigue contando, al mismo ritmo. Dieciocho, diecinueve, veinte. La suben al auto y ve llegar a su tío, apurado, preocupado. Le sonríe, pero él no presta atención. Veintiuno, veintidós, veintitrés. Papá no aparece, mamá tampoco. El vecino arranca el auto. No recuerda a dónde la lleva, porque sigue contando las gotas que caían del caño roto del baño, pero que ya no oye. Veinticuatro, veinticinco, veintiséis. Nadie le dice nada, pero ella sabe. Él estaba ahí, en un cajón, en el living de su casa, mientras todos lo miraban y rezaban y lloraban y hablaban y se preguntaban. Veintisiete, veintiocho, veintinueve. Nunca vio la imagen, pero la tiene en su cabeza, como si se la hubiesen pintado. Treinta, treinta y uno, treinta y dos. Hace poco aprendió a contar hasta el infinito. Ese mismo lugar donde después le dijeron (o imaginó) que se había ido su abuelo Fermín.

martes, 14 de abril de 2009

Agujas

Una vez se enojó tanto, pero tanto con su papá, que se encerró en su cuarto, agarró el costurero y llenó de agujas el colchón matrimonial, pero sólo del lado izquierdo, donde dormía él. Las hundió bien profundo, de tal modo que no se vieran, pero con las puntas lo suficientemente en la superficie, para que cuando se acostara no quedase más opción que pincharse, una y otra vez, una y otra vez. Le llevaría horas descubrirlas a todas.

La travesura quedó como una anécdota graciosa en la familia. Pero todavía hoy, 25 años después, ella se pregunta de dónde sacó semejante idea con tan sólo 5 años.

lunes, 13 de abril de 2009

Reencuentros

Encuentro, cuento, encuentro, cuento, reencuentro. Va y viene. Maldito cuento. Bello reencuentro. Incómodo encuentro, perspicaz, sal y pimienta. Cuento vacío que juega. Se juega. Me juega. Me intimida. Me enfurece. Me enmudece. Me tuerce. Por suerte, de vez en cuando, un encuentro. Por suerte, todavía, hay reencuentros.

martes, 7 de abril de 2009

El tiempo está después

La calle Llupes raya al medio
encuentra Belvedere
el tren saluda desde abajo
con silbos de tristeza
aquellas filas infinitas
saliendo de Central
el empedrado está tapado
pero allí está.

La primavera en aquel barrio
se llama soledad
se llama gritos de ternura
pidiendo para entrar
y en el apuro está lloviendo
ya no se apretarán
mis lágrimas en tus bolsillos
cambiaste de sacón.

Un día nos encontraremos
en otro carnaval
tendremos suerte si aprendemos
que no hay ningún rincón
que no hay ningún atracadero
que pueda disolver
en su escondite lo que fuimos
el tiempo está después.



Nota:
“El tiempo está después” es una de las canciones más conocidas del cantautor uruguayo Fernando Cabrera. Es lindísima, pero también me resultan inevitables ciertas identificaciones con su poesía. Gracias a mis nostálgicos amigos de Buenos Aires (que en realidad no son de Buenos Aires), un día lo descubrí. Como el tiempo, lo demás está después.

lunes, 6 de abril de 2009

Heces

Estoy en la compu mientras mi amiga Abi estudia, al lado mío, para el examen de residencia médica. Me pide que por favor busque en internet la palabra "Encopresis". La definición, para mí, no dice mucho: "Incontinencia de las heces".

Ella: Ahhh.

Yo: ¿Qué son las heces?

Ella: Caca.

Yo: Ahhh. Qué palabra de mierda...

sábado, 4 de abril de 2009

Si sí, si no

Estar todo el tiempo pendiente de si sí, de si no, ¿no es mucho? Es como ir a una fiesta sin invitación, como querer comer lo que no te convidaron, como meterte en la cama de quien no tiene ganas de dormir a tu lado. Entonces, digo yo, ¿qué coño te importa?

viernes, 3 de abril de 2009

Debajo de la nariz

Hace unos días estuve hablando con un amigo sobre los rollos que cada uno trae encima, de las quejas, los malhumores y demás yerbas. Las caras desencajadas y el discurso monótono sin creatividad, o los demasiados rebusques para concretar o decir algo que, en los hechos, es mucho más simple, menos tedioso y hasta puede ser más divertido. “¿Por qué esa necesidad de complejizar todo? No hace falta buscar tanto la sonrisa, si está ahí nomás, debajo de la nariz”, dijo, espontáneo, serio, como si estuviera exponiendo sobre metafísica en un congreso. Me gustó. Y claro, me hizo sonreír.

jueves, 2 de abril de 2009

“Visiblemente emocionado”

Rep

Así estaba, según los medios, Carlos Menem cuando fue al Congreso a despedir a Raúl Alfonsín. "Visiblemente emocionado". Pobre. La verdad que parecía que moqueaba, que se descomponía en cualquier momento. Hasta le dio un besito en la frente al fiambrecito. ¿Que qué? ¿Quién fue el que pensó que no estaba realmente consternado por la muerte de Alfonsín? ¡Schittt!, no sean tan maleducados. Hay que respetar en estos casos el dolor del otro, che. ¿Ustedes creen que cuando se acercó al cajón, en realidad, se vio a sí mismo ahí tendido? Bueno, convengamos que está viejito, pero… Sí, ya sé que es posible que ya sepa que su hora está cerquita, pero no le hagan saber de antemano que no tendrá tanta despedida masiva en el Congreso, por favor, sean respetuosos. Sí, claro, pobre viejo cabrón, quizás un poquito de reconocimiento por su "honestidad", su "democracia", su "honradez", su "respeto por las instituciones" y su papel de "defensor de los Derechos Humanos" tenga… ¿Ah, no? Sí, ya se que nos cagó, pero… Pobre viejo “visiblemente emocionado”, che.