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Con todo el amor que tengo Celia
Había jurado yo amarte Celia
Ay siguay sarita.
Tu nomás tienes la culpa Celia
Para querer esta vida Celia
Ay siguay sarita.
Andando de brazo en brazo Celia
Cambiando amor por amores Celia
Ay siguay sarita.
Nota: Es uno de los tinkus que escuché toda la tarde desde el 8º piso, mientras laburaba. Abajo, más de 200 comparsas de residentes bolivianos en Buenos Aires veneraron a su patrona, la Virgen de Copacavana. Me dieron ganas de bailar... Ay siguay sarita.
A veces pareciera que gana la injusticia. Y pensamos por qué se van personas como la Negra Sosa, si todavía siguen viviendo (en countries y con privilegios a pesar de estar condenados por la Justicia) genocidas como Antonio Bussi. Por qué la vida se empeña en hacer vivir a quienes no se merecen nunca un grito como el ¡Viva! Ella se lo merecía. Él no, nunca. Como el Nunca más.
Viva Tucumán, Negra querida. Viva Tucumán, menos uno. Menos él. El del country, el del privilegio. Viva usted, por siempre. ¡Viva!
Me acordé. Y tu dulzura distante. Y voló, voló mi destino. Y duró mi vida un instante.
Otro bello tema de Fernando Cabrera con la bella voz de Ana Prada.
Aunque el día es hermoso, el viaje comienza mal. En la puerta de la casa de Sixto Palavecino espera Rubén, uno de sus hijos. "El papi no está bien", anuncia, haciendo gala de esa costumbre santiagueña de llamar papi y mami a los progenitores, aún cuando el nene en cuestión tenga más de 50.
La idea era hablar con uno de los últimos referentes históricos del folclore argentino. Pero el poeta, cantante, "violinisto sachero" y difusor del quichua -ya es material de consulta su traducción del Martín Fierro, que le llevó casi una década- está enfermo. No tiene sentido preguntar qué le pasa. A los 94 años, uno tiene pleno derecho de enfermarse de cualquier cosa e incluso de cometer la imprudencia de morirse."
Y se murió, nomás.
Nota: El texto en entrecomillado es un extracto de la nota que escribió hace muy poco mi amigo y colega Diego Jemio. Estaba muy enfermo, Don Sixto. Así que tuvo que pensar cómo escribir una entrevista con un diálogo muy corto. Y supo hacerlo muy bien: con lindísimas e ingeniosas descripciones. La nota se titula "La leyenda del violín del monte", y se publicó el 19 de abril en Clarín Espectáculos.
Dicen que soy morocha. Pero esa es una novedad para mí. Hasta que llegué a Buenos Aires nunca nadie me había dicho morocha. Y yo, que de niña era rubita y con rulos (juropordios), jamás pensé que para alguien yo pudiera ser morocha. Entiendo que tengo ojos oscuros y piel trigueña. Pero mi pelo es castaño. Y si quisiera, podría desparramarme mi mechón más rubio (sale de un lunar en la mitad de la cabeza) por toda la cabellera y hacer creer que tengo reflejos naturales. Ya sé que desde hace muchos, muchos años no soy más la nena rubita con rulos. ¿Pero de ahí a que me digan morocha? No señor. En todo caso, soy castaña, ¿no ve?
Ayer me volvieron a decir morocha y yo volví a defender mi castaño. Hoy retrucaron, y me regalaron el tema que cuelgo aquí. De pronto me gustó esto de ser morocha.