jueves, 30 de octubre de 2008

Mala palabra

Criticar a Maradona siempre fue mala palabra. No es para menos: es el Diez, es Dios, su mano hizo milagros, tuvo un programa de TV y, aunque tenía invitados, la estrella nunca dejó de ser él. Sobrevivió a múltiples sobredosis, internaciones varias, gordura extrema, by pass gástrico, alcohol, droga, exceso, exceso, exceso. Y ahora que acaba de cumplir los 48 años, dicen, está re cuerda.

Tanto tiraron de la cuerda que ahora lo ponen de DT en la Selección. Y en la Selección no se perdona. No se puede perder partidos, porque te tenés que ir, porque de pronto sos el peor DT de la historia, porque sos un fracasado. Y se discute. Se insulta. Se pelea. Y exceso, exceso, exceso. Entonces, pregunto: exceso con exceso, ¿funcionarán bien? Cuerda floja con cuerda floja, ¿se entenderán?

Y si se corta la cuerda, y el equipo no evoluciona, y pierden partidos como el que jugaron contra Chile: ¿Maradona seguirá siendo Maradona? Hablo del Maradona Diez o Dios, del Maradona de los milagros, del Maradona de las mil vidas, del cuerda y del que parece que le dan cuerda para jugar, para gambetear, para vivir, para creer(se).

Yo creo que no. Yo creo que para justificarlo -como siempre- volverá a ser el Maradonapobretipo. Porque así somos. Le damos cuerda y después se la soltamos.

Perdón por el exceso. Perdón por usar su nombre en vano. Perdón por la mala palabra.

miércoles, 29 de octubre de 2008

La suma de todos los miedos

Campo, AFJP y leyes duras contra la inseguridad, juntos y dándose palmaditas.

lunes, 27 de octubre de 2008

Sub-realismo criollo


Chacarera

Los violines de la chacarera santiagueña suenan siempre un poco desafinados.
A propósito.
Para que la música suene bien en el volumen saturado de las radios de los camioneros, en las radios con poca pila de los ranchos del monte, en los bailes de clubes cancha de basquet-tinglado de zinc.
Para darle una textura acorde al calor salvaje de las siestas, a los manteles pegoteados de los bares de ruta vino tinto-ginebra-caña Legui.
A los zapatos viejos, ajados y relustrados de las maestras que ganan dos pesos y esperan el colectivo en la puerta de esos mismos bares.
A sus medias de nylon-hebillas-pulseras que hacen juego.
Suenan un poco desafinados por que sí.
Para convocar a las iguanas y a los duendes.
Porque las cuerdas son baratas.
Por no saber tocar mejor.
Por tener vagancia de afinar si total para que.
Para que la música se impregne del resentimiento y el orgullo que conviven en el mestizaje.
Para acompañar a los borrachos que cantan a destiempo.
Para ser coherentes con el desaliño de la periferia.
Para mostrar la hilacha.
Para matizar con un poco de humor tantas ausencias y tanto dolor.


Nota: Al texto lo encontré de casualidad ojeando uno de los libros del fotógrafo Marcos López, Pop Latino. El relato es suyo y me impactó no sólo porque tiene mucho de mis orígenes, sino que lo encontré mezclado entre fotos y obras de arte pop como la que colgué en este post. Su obra, dice él mismo, es "Sub-realismo criollo". Y me pareció un lindo título para un post.

miércoles, 22 de octubre de 2008

La terraza

Hace dos días fui por primera vez. Después de casi dos años, me animé. Vencí los julepes y prejuicios. Me quité el molde y tomé fuerzas. Respiré hondo y me acerqué. Por fin, la conocí. Pero como no me alcanzó, en su regazo me quedé. Observé su contorno. Me quedé colgada de sus cobijas. Curioseé desde cada uno de sus rincones. Y ocurrió lo que temía: me gustó.

Sin embargo, no es muy distinta de lo que me imaginaba. No es linda. No tiene simpatía ni comodidades para recibir a nadie. Es muy superficial. No inspira seguridad. Y encima, emana un vapor denso. Pero me gustó.

Me gustó por sus distintas visiones del mundo que la rodea. Por su encantadora mirada casi patriarcal sobre todo lo que (sabe) está por debajo suyo: desde los diminutos autos cuyo ruido insoportable no alcanza a molestarla 13 pisos arriba, hasta el implacable Río de la Plata que todavía se deja ver, entre las cada vez más numerosas torres que invaden un paquetísimo Puerto Madero. Desde la autopista 25 de Mayo y su ronroneante smog de las 6 de la tarde, hasta la callecita de adoquines que contornea su inmensidad. Desde los pequeños balcones vecinos, abarrotados de plantas, plantines, broches, jabón y ropa colgada de sogas, muchas sogas; hasta la inmensa casona abandonada que choca con su espalda, cargada de árboles tan secos como ella.

A pesar del cemento. Del reducido espacio repleto de baldosas calientes por un sol que pela. A pesar de los caños gruesos que van y vienen y casi impiden caminar. Del denso cablerío, antenas parabólicas y demás. Aunque falten el verde, los pájaros y el sonido del viento crudo. A pesar del escalofrío que me electrizaba la piel cada vez que miraba hacia abajo. Ahí me quedé. En la pequeña pero impactante terraza, a la que nunca antes me había animado subir.

Me gustó. La disfruté. Y me dieron ganas de volver.

lunes, 20 de octubre de 2008

Francotirador

Para explicarme que aún no encuentra el lugar indicado desde dónde ejercer su profesión, un amigo me dijo que se siente como un francotirador. “Estoy todo el tiempo apuntando y tirando, a un lado, a otro…”. Y pensé que, en la vida misma, todos somos un poco francotiradores.

sábado, 18 de octubre de 2008

Invisible a los ojos


Va, viene. Sube, baja. Copia, crea. Aparece, se va. Ríe, llora. Muestra, pero esconde. Ama, mientras odia y engaña. Divierte, me aburre. Juega, duerme. Trepa, se desliza. Susurra, grita. Come, ayuna. Hace, queda inmóvil. Toca, mira de lejos. Aplaude, abofetea. Destella, opaca. Mira, ignora. Gira, dobla, vuelve atrás, sigue derecho. Vuela, nada. Porque, en definitiva, nada por aquí, nada por allá. Y yo: claro que sí, cómo no. Total, es invisible a los ojos.

viernes, 17 de octubre de 2008

Nostalgia de provincianitos

El otro día me puse a discutir con mi hermano (siempre discutimos, somos hermanos) sobre la violencia que reina en las calles. Surgió luego de que yo contara una pelea que tuve con el chofer de un colectivo, que sin razón alguna me re puteó cuando subí al bondi repleto y yo le contesté, sacadísima.

Mi hermano me decía algo así como que, con mi reacción, yo había actuado en consecuencia con esa violencia. Y yo le retrucaba que no, que el hecho de que esa violencia exista no significaba que yo tenía que quedarme en el molde y dejar que ese pobre hombre, cansado, violentado por la gente, sofocado por el tránsito, las bocinas y demás, me insultara gratuitamente sólo porque su vida era una mierda.

Después de discutir violentamente con mi hermano (siempre discuto así con él, hasta por la boludés más grande, es mi hermano), de burlarme de sus palabras y reírme en su cara (como cuando éramos chicos, porque sé que lo enoja), hicimos las pases (como siempre también, a los minutos ya somos amigos). Y me regaló un poema, que encontró por ahí. Tiene un tono nostálgico, arrabalero, bien de tango. Por eso, dice mi hermano, viene al caso. Porque “nosotros los provincianitos debemos tener una nostalgia bien parecida al tango”.

Impiedad

Se apelmaza en el tren, el bondi, el subte,
porque, día tras día, va a yugar.
Se calza el celular y la corbata
el walkman… y a engrupir su soledad.

Hay que aplastar al otro pa´ salvarse;
primero yo, gilito. Y nada más.
Todo el cemento cabe en su tristeza,
lágrima de concreto es la ciudad.

No están las parras
ni las guitarras,
las casas bajas
también se van.
Ya se perdieron
las serenatas,
la noche grata
se quedó atrás.
Cuando el tranvía
se tomó el piro
la mano amiga
no existió más.

Gambetea semáforos, bocinas,
esmog, neurosis y en su horizontal
convoy moderno donde sólo muere
apoliya su pena… ¡Y a soñar!

Sueña que es triunfador; no, poligriyo.
Busca la salvación: escolasear,
más sigue hastío, celular, corbata,
pena, walkman, rutina… su yirar.

Juan Carlos Giusti

lunes, 13 de octubre de 2008

Sillón engualichado

¿Sabrá el tapicero que lo compró que ese sillón tiene un gualicho? Además de haberse vuelto viejo, alguien lo engualichó, estoy segura. Sino, ¿cómo puede ser? Durante tres generaciones cumplió con su cometido una y otra vez. Nunca falló. Y a pesar de todo se guardó todas las mañas. Y hasta se llevó consigo todas las historias que aquellos años obligaban a ocultar. Quizás sea eso. De pronto ya no había qué ocultar, entonces su encanto se apagó. Su hechizo se desdibujó. Y ya no sirvió más. Por eso se vendió.

Era el sillón casamentero de la familia. Ahí se sentaron mis bisabuelos maternos antes de casarse. Allí fue donde mi abuelo le robó el primer beso a mi abuela. Y las hermanas de mi abuela engancharon a sus novios y futuros maridos. En ese sillón, además, mi mamá lo apuró a mi papá para casarse. Era algo así como el amigo cómplice de las mujeres de la familia, el confidente. Era el que las ayudaba a no quedarse solteras.

Ahora entiendo. O no, mucho no entiendo. “No vayas al living”, me advertía mi mamá, medio en broma, medio en serio, cuando me visitaba mi primer noviecito de adolescente. No quería que me sentara en el sillón, supongo. Pero no se dio cuenta que no tenía que decir nada. Porque entonces yo más quería ir al sillón con ese novio. Y con el siguiente también. Así lo hice: con uno, dos, tres… bueno, unos cuantos noviecitos. Hasta que me fui de casa. Por eso se rompió la racha del sillón. O alguien lo engualichó. No sé. El tema es que dejó de servir, aunque sus amplios respaldos y almohadones seguían intactos (y cómodos), a pesar de los años. Por algo el mes pasado mi mamá decidió venderlo, ¿no?

sábado, 11 de octubre de 2008

Contradictorias, pero hermosas

Así las describió cuando me las regaló. Pero yo creo que, al final, no son tan contradictorias. Aunque sí bellísimas.


"Volver, Volver", Chavela Vargas.


"El último trago", Chavela Vargas.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Qué horror


Son nada más y nada menos que 6300 adolescentes los que están en el sistema penal. Es decir que, ya sea por estar sospechados o imputados de cometer delitos, están cumpliendo alguna pena ordenada por un juez. Uno de cada cuatro de ellos cumple su pena en institutos con regímenes cerrados, a pesar de que la Convención Internacional de los Derechos del Niño, con rango constitucional, establece que la privación de la libertad debe ser el último recurso, y sólo debe aplicarse en casos extremos. Sesenta y siete de los detenidos llevan presos más de dos años. El 40 % está encerrado por delitos leves. Qué horror.

Nota:
información y foto extraídas de acá.

lunes, 6 de octubre de 2008

Pánico escénico

No subía a un escenario, sola, desde los actos patrios de la primaria. En serio. Y ahí estuve, otra vez, leyendo historias (las del blog) que no se muy bien qué son, pero son. Fue como retroceder muchos muchos muchos años en un instante. O quizás fue mi deseo de retroceder, de recordar. Por entonces, casualmente, comencé a escribir. Fue cuando nació mi deseo por escribir. Y pensé que cuando sea grande iba a ser periodista. Pero una periodista que escribe las historias, no que las cuenta en voz alta. Porque yo sabía que iba a ser una periodista con pánico a ser observada. Con pánico escénico, que le dicen ahora.

Gracias a mi amigo Chavi por la invitación. Estuve nerviosa, pero lo logré. Ahora tengo menos de ese pánico con nombre moderno.

jueves, 2 de octubre de 2008

Humo

Aquí y allá. En todos lados. Humo y más humo. En casi todos a mi alrededor. Antes era al revés: creía ser una de las pocas (minoría) que lo producía y lo producía sin parar. Y admiraba a los que no (mayoría) lo necesitaban como yo. Ahora, que ya no lo necesito (o sí, un poco sí), es la mayoría la que lo necesita como antes yo (o quizás no).

Es así, como una cortina de humo que te envuelve, te lleva, te engaña, te hace creer… Nunca terminás de saber cuál es la verdadera verdad. Hasta que se hace humo, supongo. Y te olvidás.