Las frases de su boca se desparraman como hojas secas. Sus frutos maduros estallan quietos, inertes, como el despertar mismo de sus ojos marchitos. Su rostro pálido cae, como la fertilidad castrada de una mesa plegada. Sus cabellos se expanden al unísono del correr del tiempo arrabalero, impreso en las callejuelas oscuras y carcomidas. En el medio, su cintura se planta en la maceta cristalina, verde y sombreada; mientras las piernas bailan en el viento tenue, sofocante y herido. ¡Ay corazón tintineante! Impúdico, desterrado y aburrido. Como el andar mismo de su naturaleza muerta.
3 comentarios:
Muerta la naturaleza, queda tu prosa en la que danzan las palabras.
Toda una poeta, Tapia... Muy bueno.
Besos!
como las estaciones pasadas, despierta esta ola de palabras saudade ,extrañeza tal vez soledad?
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