Es difícil indicar con precisión el momento de la metamorfosis. Difícil y cosquilloso. Sólo es perceptible el silencio incierto. El malestar no dicho. La incomodidad implícita. El te veo pero no. El se hace tarde, mejor me voy. Y la nada misma del otro que no retiene ni intenta hacerlo siquiera por no quedar al descubierto. Lo cierto es que un día puede parecer todo placentero y luminoso, y al día siguiente transformarse en un rincón oscuro, calculador y sin deseos. Ni de un lado ni del otro hay impulsos y las emociones se esconden, rozagantes, en la miseria de los cuerpos quietos. Y tal como se apaga una endeble llama de un solo escupitajo, así sucede la metamorfosis, lenta y cobarde, ante la complicidad de quienes se quedaron mirando, pasivos y boquiabiertos.
4 comentarios:
Ay Lore, me vas a hacer llorar...
Lore... te leo y me sorprende la forma de expresar sentimentos que todos alguna vez tenemos... Besos y muy bueno lo que escribiste.
A veces -sólo a veces - tal vez muy pocas veces, pero con seguridad, algunas, la llama se mantiene. Entonces tu cuerpo está con el otro como en su casa.
Como en la propia casa. Acogedor. Tierno. Cálido o fresco. Desordenado otras. A Veces un fuerte viento o hasta un tembladeral acecha. Pero después vuelve a ser acogedor, si los cuerpos son valientes y se animan a seguir cada uno siendo la casa del otro. Esperá, Lore. Eso ocurre.
dije m-e-t-a-m-o-r-f-o-s-i-s-
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