jueves, 8 de enero de 2009

El pie del cerro

Después de dos días de reencuentro, ocio, asado, pan dulce, garrapiñada y fernet en el cerro San Javier, de Tucumán, tomaron coraje. Se calzaron la mochila, las medias soquete y las zapatillas. Short blanco una, bermudas otra, babuchas las dos restantes. Musculosas. Grandes anteojos de sol. Una botella de agua de litro y medio. Y ya. En marcha hacia la meta: bajar a pata hasta el pie del cerro.

Y allí se metieron, por esas cortadas que alguna vez subieron y bajaron como escaleras mecánicas. En medio de ese cerro selvático que las vio crecer. Cruzando por aquella ruta que se cansaron de transitar en auto. Codeando aquellos miradores que conocen de memoria, donde más de una vez fueron de canuto con algún que otro noviecito a mirar allá abajo la ciudad iluminada (entre otras cosas).

Había llovido sin parar hasta ese mismo día. El barro era caótico, las zapatillas parecían tener plantas lisas y ninguna recordaba que esas cuestas fueran tan empinadas (¿o es que sólo parecían empinadas?). El short blanco quedaría negro. Los brazos, raspados. El corazón, a los tumbos. Los bichos las llenarían de ronchas. Las plantas ortiga les irritarían la piel. Las piernas les temblarían durante dos o tres días después.

Pero nada de eso imaginaban entonces, porque nada de eso había sucedido la última vez que realizaron la hazaña. Así que se mandaron nomás, como a los 15 pero con el doble de años encima, algunos kilos de más, incontables atados de cigarrillos a cuestas y, para colmo, sin ningún noviecito.

Ninguna llegó hasta el pie del cerro. Pero anduvieron cerca, ¿eh?

7 comentarios:

Adri dijo...

Qué linda foto Lore... y que buena historia... hay que repetirla cada 15 años...

Abi dijo...

Fue muy divertida la caminata, el descenso de San Javier, a pesar del barro desparramado en la piel y en la ropa, el tembleque pa’ bajar la cortada, los golpes que por cierto tengo un recuerdo violeta en mi pierna. No faltaron las carcajadas, inolvidable. Con unos años más pero parecíamos las mismas niñas de antes: Recordar lo que una vez hicimos y volver a hacerlo es reconfortante y me recuerda que hay muchas cosas para hacer y seguir haciendo, no olvidar.

Fernanda. dijo...

Jajaja. Esa es Abi!, me acuerdo de ella. Nos estamos poniendo viejas, me lo vas a decir a mi que trasnochar ahora significa dos días de recuperación y si bebo alcohol ni te cuento!. Porque nadie sumó mejor que yo los puchos, los kilos, las borracheras y el cuerpo pasa factura.
Pero qué lindo es eso de re andar lugares, donde los recuerdos se hacen presente!.
Besos Lore.

Anónimo dijo...

al subir el cerro he oido la cancion del viento:girando la escalera horaria ,tiempo sin tiempo la amistad ,tambien desde los bosques del sur; donde el acento del viento y la soledad llevan una caminata hacia el adentro puedo intuir aquella caminata de ustedes magicas campanitas del camino un beso grande!

Maby dijo...

Jaj, qué lindo relato! Es raro eso de hacer cada tanto el intento de repetir la infancia y la adolescencia, aunque no lleguemos nunca al pie del cerro! Un abrazo y feliz año Lore!

miguel dijo...

BUEN RELATO Y TENES RAZON ESA PLANTAS ORTIGAS SON UNA MIERDA,COMO PICANNNNNNNNNNNNNNN¡¡¡¡¡¡¡

el Rafa dijo...

Aventuras… yo ya no tengo edad para esas cosas :P