Duele. Como salir a correr después de cinco años de no hacer nada. Como si se desgarraran las pantorrillas, los brazos, los cuádriceps. Duele. Como el abandono, como el despojo de las ilusiones, los proyectos, las mañanas y los rayos del sol atravesando las rendijas de la ventana. Duele. Como la soledad perpleja de unas paredes gastadas, añejadas, olvidadas. Como el vacío otoñal retorciéndose en las vísceras. Duele. Como el silencio dominical, cronometrado, desilusionado. Como el fuerte olor a miseria, a enjambre, a pesadilla. Duele. Como despertar con fiebre, sudor y escalofríos. Como el vulnerable desaire de una madrugada lluviosa y fría. Duele. Pero no salió a correr (aún), ni la abandonaron (supone), ni las paredes se gastaron (todavía), ni el silencio la abruma (lo disfruta), ni tiene fiebre (por suerte). Todavía busca (o prefiere ignorar) el rincón oscuro de ese dolor impaciente.
3 comentarios:
no te pasó nunca eso de querer comentar algo y que no te salgan las palabras? Bueno, eso, exactamente eso me está pasando ahora mismo. Sentite culpable Garzón.
Ni aspirinas ni anestesia. No gracias.
Saludos
¿qué te pasa Lorena querida?
Te mando un beso grande, muy bueno!
fuerte el sentir... no?
adri
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