viernes, 23 de enero de 2009

Otro yo

Pon un poquitiño de esto y otro poco de aquello de más allá. Agrégale una pizca de lo que llevas ahí, pero no olvides esto otro. Échale más de eso. Sí, muy bien. Ahora cambia de lado. ¡Que cambies, dije! Mézclalo. Más enérgicamente. Así, perfecto. Ahora ponle más de esto, un poco de lo otro y eso de ahí. Déjalo macerar. Bien, estás aprendiendo. Amásalo fuerte. Estíralo. Córtalo. Juega con él. Perfecto. Gira el borde. Nooo, ¡así no! Más despacio. Ahora está mejor. Ponlo en el molde, lentamente. Bien. Estíralo un poco y tapa con él ese vacío. Que no quede ni un borde suelto, por favor. Rellénalo más, por las dudas. Un poco más. Ahora quédate ahí, quieto, hasta que quede sellado. ¡Quieto dije! Son sólo cinco minutos, ¡hombre! No te quejes que pareces marica. Listo, ya está. Descansa. Mañana, supongo, será otro yo.

jueves, 22 de enero de 2009

Goodbye, Guantánamo

En su segundo día como presidente, Obama firmó el decreto para cerrar el centro de detención de la bahía de Guantánamo, Cuba, donde cometían atrocidades como las de la foto. Y lo hizo agarrando la lapicera con la zurda. Goodbye, Guantánamo.

martes, 20 de enero de 2009

Lo bello

Dicen que lo bello es difícil. Que si no fuera difícil entonces no habría nada bello. Porque si fuera fácil, todo sería bello, y entonces perderíamos el deleite de percibir, sentir, apreciar lo bello. Pero para mí no sólo es difícil, sino que también dura poco. Los momentos, las sensaciones, los sentimientos, el placer de lo bello siempre duran poco. Aunque se repitan o se renueven. Aunque haya miles de esas bellezas en la vida. Aunque en un mismo día parezca que todo lo que acontece o rodea es bello. Sí, lo bello, lo lindo, siempre duran poco. Porque si no duraran poco no estaríamos todo el tiempo buscándolos, deseándolos. Como un beso, un amor, un triunfo, un reconocimiento, una imagen, una canción, un viaje, unas vacaciones, una puesta del sol.

Mis bellas vacaciones duraron muy poco, tan poco como esta bellísima puesta del sol que me recibió al llegar a Buenos Aires. Entonces pensé que sí, que es difícil alcanzar unas lindas vacaciones. Que significa todo un año trabajando para unos pocos, poquísimos días de deleite. Pero no me importó.

domingo, 11 de enero de 2009

Qué pena

En estos momentos estoy rumbo a una semanita de vacaciones. Mochila al hombro, bolsa de dormir, sin celular ni conexión de ningún tipo, con unos pocos pesos encima y playa, mucha playa. Qué pena. Sepa disculpar.

jueves, 8 de enero de 2009

El pie del cerro

Después de dos días de reencuentro, ocio, asado, pan dulce, garrapiñada y fernet en el cerro San Javier, de Tucumán, tomaron coraje. Se calzaron la mochila, las medias soquete y las zapatillas. Short blanco una, bermudas otra, babuchas las dos restantes. Musculosas. Grandes anteojos de sol. Una botella de agua de litro y medio. Y ya. En marcha hacia la meta: bajar a pata hasta el pie del cerro.

Y allí se metieron, por esas cortadas que alguna vez subieron y bajaron como escaleras mecánicas. En medio de ese cerro selvático que las vio crecer. Cruzando por aquella ruta que se cansaron de transitar en auto. Codeando aquellos miradores que conocen de memoria, donde más de una vez fueron de canuto con algún que otro noviecito a mirar allá abajo la ciudad iluminada (entre otras cosas).

Había llovido sin parar hasta ese mismo día. El barro era caótico, las zapatillas parecían tener plantas lisas y ninguna recordaba que esas cuestas fueran tan empinadas (¿o es que sólo parecían empinadas?). El short blanco quedaría negro. Los brazos, raspados. El corazón, a los tumbos. Los bichos las llenarían de ronchas. Las plantas ortiga les irritarían la piel. Las piernas les temblarían durante dos o tres días después.

Pero nada de eso imaginaban entonces, porque nada de eso había sucedido la última vez que realizaron la hazaña. Así que se mandaron nomás, como a los 15 pero con el doble de años encima, algunos kilos de más, incontables atados de cigarrillos a cuestas y, para colmo, sin ningún noviecito.

Ninguna llegó hasta el pie del cerro. Pero anduvieron cerca, ¿eh?

miércoles, 7 de enero de 2009

Basta


"Qué fácil es tapar la historia de los palestinos, borrar la narrativa de su tragedia, evitar una ironía grotesca sobre Gaza...", dice el primer párrafo de un artículo de opinión de Robert Fisk, que se publicó hoy en Página/12, a propósito del bombardeo de las tropas israelíes sobre la Franja de Gaza.

Parece que tiene razón, que es muy fácil. Tan fácil como bombardear una escuela, un edificio, una calle, y que caigan muñequitos nomás. Como el de la foto. Lindo muñequito, ¿no?

martes, 6 de enero de 2009

Enhorabuena

Imagen de el cuento "El amor de todos los colores", donde una niña, Maité, se abraza con sus dos mamás.

Un chico se come una galleta aunque lo tiene prohibido. Una chica quiere recuperar los lápices que le ha quitado su hermano. Un nene se pregunta por qué las pompas de su baño son blancas. Otro va a la cancha a ver un partido de fútbol con su papá. Pero resulta que el primero tiene dos mamás lesbianas, la segunda es sorda, el tercero es de raza negra y usa silla de ruedas, el cuarto fue a ver a su mamá que es árbitro y está dirigiendo un clásico.

Si no fuera por esas diferencias, las historias son tan reales como las de cualquier cuento infantil clásico. Se trata de libros creados para la lectura de los niños, pero más acordes a las diversas realidades que existen. Libros que se venden como pan caliente en España, Estados Unidos y otras ciudades del mundo y que la Argentina ya empezó a incorporar.

Enhorabuena.

La nota completa, aquí.