“¡Hay parrilla para dos, para tres, para cuatro!”, se lo escucha gritar con los panfletos en la mano. De lejos se lo distingue fácil. Su panza prominente, su altura bajita, su mirada desgastada. O será que para mí es fácil distinguirlo. Aunque la boina teñida de años y mugre le pese sobre la frente y le machuque los rizos blanquecinos. En los últimos dos años lo vi cuidar autos, permanecer sentado en el pequeño escalón de la puerta de la misma casa, saludar a todo el que pasa con un gesto amable y conocedor de esa cuadra de San Telmo en la que siempre, siempre, vela, palpita, relojea, trabaja. Y ahora sigue ahí mismo, repartiendo volantes. “¡Hay parrilla para dos, para tres, para cuatro!... y para mí también”, agrega, bajito, medio a escondidas, como diciéndolo para él mismo, como pensando en voz alta, casi como sin darse cuenta de lo que está develando.
El otro día le respondí, sin detener mi andar apresurado. “Qué suerte, compay, déjeme un huesito pa’ la próxima”, le dije al pasar. Me miró desorientado. Y siguió, sin pausa alguna: “¡Hay parrilla para dos, para tres, para cuatro!... y para mí también”.
Una y otra forma
Hace 1 mes
3 comentarios:
ese es luisito, amigo mio! ahi en la calle defensa, no?
Sí, es él, es él!! Es tu amigo? Yo creo que es amigo de todos los que merodean por San Telmo. Besos, Rami.
digamos a lo mío es una utilización un tanto descuidada de la palabra amigo. Besos!
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