jueves, 23 de abril de 2009

Ale

Las vestían igual. El mismo enterito amarillo, con igual dibujito en la panza e idéntico sombrerito a rayas. Baberito blanco con puntillas, zapatitos tejidos al tono. Y ahí las dejaban, en el piso del patio, jugando, trompeándose, intentando levantarse y gatear. Parecían mellizas, pero eran primas y se llevaban un par de meses de diferencia. La más grande, Ale, tenía síndrome de down. Pero no se notaba. A esa edad nada se nota. Ni siquiera el peligro. Ni siquiera la muerte. Una mañana, cuando el sol merodeaba detrás de la galería, Ale empezó a caminar. Y se lanzó nomás. Sobre sus pasos difusos, sobre su cuerpito trasgresor, tambaleó y tambaleó hasta llegar a la pileta del fondo. Nadie vio su tenue figura alejándose de la sombra. Nadie oyó el chapuzón. Nadie supo explicarle a su casi melliza por qué Ale no volvió a jugar con ella nunca más.

8 comentarios:

Word dijo...

La concha de la lora!!!

(Perdón! pero es lo que sentí...)

Fernanda. dijo...

Qué triste Lore.

Gaby Baigorrí dijo...

Muy buen relato, pero tan triste...

Anónimo dijo...

No hay pena que no pueda contarse en un cuento...

Bruno Cirnigliaro dijo...

Ficción o realidad? Aquí comienza el juego.
Me gustó, mucho me gustó este post.

webmaster dijo...

gran relato!El azar me trajo aqui y volvere a menudo. Te dejo mi web si queires visitarme:

www.elagujeronegro.co.cc

...:: oO El Agujero Negro™ Oo ::... dijo...

que triste historia... tengo un nudito en la garganta... un abrazo :)

Fernanda. dijo...

Lore, te dejé tarea para la casa en mi blog. Fijate.
Beso.