viernes, 26 de junio de 2009

Los suburbios del voto

"Mirando por melancólicas ventanillas de un viaje en tren por la periferia de la ciudad, no necesariamente la zona más pobre, las fachadas de las casitas siempre hablan. ¿Qué murmuran? Se las ve modestas, con jardincitos un tanto deteriorados, pero algunos pórticos estilizados remedan atendibles aspiraciones. No es fácil descifrar lo que dicen y cómo van a opinar esos ventanucos, esas terrazas con asador, esas verjas que buscan reforzarse. Se juegan cuestiones que importan a sus dueños o inquilinos, aunque se digan indiferentes a lo político. Hay en esa arquitectura popular ideas soterradas, adivinables tal vez en un llamador de puerta recién lustrado o en el fileteo ingenuo de una balaustrada. Pueden revelar deseos contenidos, ansiedades inasibles. ¿Pero dónde están las ideas? ¿Cómo se las expone o despliega en conceptos, léxicos e imágenes?

Durante mucho tiempo existió en el país lo que podríamos llamar una “política de ideas”. Se trataba de valorar el papel del Estado, el uso de los recursos públicos, el sistema de libertades, la representación social en general y los modos de practicar las luchas. Palabras como pueblo y oligarquía, derecha e izquierda, reforma y revolución, privatización o estatización, liberalismo económico o autonomismo social se referían al modo en que la imaginación pública, durante ciclos históricos completos, había interpretado la cuestión del vivir común. Y sobre todo, las variadas imágenes de verdad que emanan del concepto político esencial: el pueblo. ¿Esos términos con los que se habló, desde Aristóteles al general Sandino, acabaron?"

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Nota: extracto de una columna de Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, que se publicó ayer en Página/12.

Muertos vivos

Miedito. Como cuando era niña y me escondía debajo de la mesa mientras comíamos y pasaban por la tele ese Thriller que de noche no me dejaba dormir. Acababa de terminar de hablar con el dibujante e historietista Oskar Blotta sobre la muerte de su amigo Andrés Cascioli, creador de la revista Humor. A la mañana habíamos dado la noticia de la muerte de Farrah Fawcett. Estaba absorta. Faltaban 10 minutos para terminar mi jornada laboral. De pronto, la primera noticia en TN: "Michael Jackson sufrió un infarto y está internado". Cinco minutos después, la placa de C5N: “Murió Michael Jackson”. Empiezo a navegar en la web: “Habría muerto Michael Jackson”. Todavía no estaba confirmado, pero ya lo habían matado. De nuevo el miedito. De nuevo la seguidilla de muertes. De nuevo aquella imagen de cuando era niña, debajo de la mesa, cubriéndome los ojos con la pollera de mi mamá. De fondo él, todavía negro, como un muerto vivo, haciendo uno de sus videos clips más famosos.

miércoles, 24 de junio de 2009

La estrellita

Adriana E. siempre fue la estrellita de la casa, del colegio, del barrio... Era una simpática nena de cabellos castaños y bien lacios que divertía a todos con su desenvoltura: cantaba, bailaba, actuaba y hacía monigotes todo el tiempo. Ya a los tres años (¿o quizás a los cuatro?), la más chiquita de cinco hermanos acompañaba a su papá en guitarreadas entre amigos. Se sentaba en sus rodillas y cantaba los chamamés que tocaba su papá (misionero hasta los huesos).

Así se gestó su futuro. Así le moldearon la vida. Desde los siete la “mandaron” a estudiar guitarra en un conservatorio y danzas clásicas en el partido de San Martín, donde vivió cuando era niña. “A mí me encantaba. Hasta que empecé a darme cuenta que mis monigotes no bastaban, que debía estudiar todo el tiempo, que ya no era más la estrellita de nada ni de nadie... todos estaban en la misma, y en danzas, muchas eran mejor que yo”, cuenta, para resaltar cómo juega en esto la competencia. Su mamá la encerraba a estudiar teoría y solfeo o la llevaba a cuanto casting televisivo había. Su sueño de niña se había transformado “¡en el sueño de mamá!”.

Después de estudiar casi diez años, abandonó danzas primero, el conservatorio después, y por último su primer trabajo relacionado con la carrera: el Coro de Niños del Teatro Colón. “Dejé danzas después de sentir que realmente nunca lo iba a lograr. Si bien siempre fui menudita, no tengo mucha cintura y eso para la danza no va”, relata. Y luego recuerda aquella enfermedad que le agarró por su obsesión de estar flaca, y que la llevó a no comer nada en todo el día, o a subir y bajar varias veces por las escaleras los nueve pisos que separaban la planta baja de su departamento.

Abandonó todo, y la simpática estrellita se opacó. Hasta que llegó al diván y, pasados los 30 años, recibida de maestra jardinera y devenida en empleada administrativa, retomó la música y el canto. Armó algunas bandas con amigos, se puso a estudiar en Sadaic, y todas las tardes cuando vuelve a casa se pone a componer y a tocar la guitarra. Ella ama la música, pero no pudo hacer de ella su verdadera ocupación. “Ojalá pudiera vivir de la música, pero ya es tarde”, se lamenta.

La historia de Adriana sabe a frustración. Sin embargo, ahora disfruta de la música como no lo hacía desde aquellos años en que nada parecía preocuparle más que cantar en las guitarreadas con su papá. Volvió a ser la estrellita. Pero esta vez, su propia estrellita.

Nota: Con esta historia (ahora cambiada un poco para este post) comienza mi trabajo final de Maestría en Periodismo, que hice en 2005: es un largo reportaje sobre la vida de niños con profesiones de grandes.

lunes, 22 de junio de 2009

Calorcito humano

Que se viene el frío, pero qué calor. Que las ojotas se usan cada vez más tiempo. Que las botas, recién llegado el invierno, ya están de oferta en todas las vidrieras. Que para qué sacar el tapado ese tannn abrigado, si al final no lo voy a usar. La noche más larga del año llegó (¿llegó?), y con ella, como con cada inicio de estación, la simpática Colorita hizo su fiesta de recepción.

“La fiesta del calentamiento local”, la llamó. Y fue como cualquier otro encuentro entre amigos, música, bebida, instrumentos musicales, bromas, y demás. Pero con una temática distinta: reflexionar, desde el hacer, deshacer y no hacer cotidiano de cada uno, por qué se demora en llegar el frío en invierno. Hubo poesías, chistes, baile, juegos y hasta se prendió una especie de hoguera para que cada uno pueda quemar aquello que considera que hace (o no hace) y que perjudica a la llegada del frío.

El uso de bolsas de residuos, la no separación de la basura, fumar, dejar la computadora prendida sin usarla, el uso de focos que no son de bajo consumo… La lista sigue, claro. Y se extiende mucho más allá de las cerca de 30 personas que asistieron a la fiesta, y se cuela en cada uno de los 365 días del año, en cada comienzo de una estación nueva, en cada curva del andar cotidiano.

Hubo charlas, besos y abrazos con desconocidos. Hubo compartir un debate ausente en los boliches de moda. Hubo turrón que, como la garrapiñada, es un dulce para comer en invierno (no en nuestra Navidad, como lo adoptamos de la costumbre estadounidense), hubo canciones, hubo clima de frío, pero también hubo calorcito. Un calorcito bien humano.

viernes, 19 de junio de 2009

Rechazo a la soja

Supongo que se gestó en mi niñez. Siempre hay imágenes repulsivas de la niñez que se mimetizan con los gustos y mal gustos (o disgustos) de cuando somos grandes. Y creo que sí, que éste es uno de esos casos, que además se fue acentuando con los años, por alguna que otra anécdota perturbadora. Lo cierto es que le tengo rechazo a la soja. Sí, sí. Justo ahora que se usa comer con salsa de soja, que se habla de la soja como comida sana, que es uno de los productos argentinos y demás campañas favorables. Pero yo le tengo rechazo. A saber:

- De chica, calculo que durante las épocas hiperinflacionarias de los 80, en casa éramos tan pero tan pobres que mi mamá cocinaba tooooooodo a base de soja: milanesas, pizza, leche, tarta, queso, y muchos etcéteras más. Recuerdo su olor nauseabundo, su feo color caqui, todos los bols de casa repletos de soja en remojo y el viejo trapo en que la colaban. No se comía nada fuera de la soja. Pero nada de nada, ¿eh?

- Hace un par de años quise entrar en el mundo de chica-vida-sana. Me compré un par de veces esas milanesas (¿o hamburguesas?) de soja. Hasta que un día se me cayó justo al lado de una zapatilla maltrecha. Literalmente descubrí que se parece más a una suela de zapato que a una milanesa.

- Durante las privatizaciones de Menem, mi papá (ingeniero electricista él) se quedó sin trabajo en la ex estatal Agua y Energía (ahora EDET, EDESUR, EDENOR, depende de la zona donde roba). Entre sus intentos por volver a empezar, se le ocurrió ¡plantar soja! Ese año (justito) hubo sequía o demasiadas lluvias, no sé. Pero le fue mal. Y otra vez, con las enormes bolsas que sobraron en casa: a comer soja, una y otra vez, en todos sus formatos posibles.

- No hace mucho charlé con un aborigen del ex impenetrable, de Chaco. Y digo ex, citando sus propias palabras: “Ex impenetrable, dirás. Ya no es más impenetrable. Lo devastaron con plantaciones de soja”.

- El año pasado, cuando comenzó el conflicto del Gobierno con el campo, terminé de sellar mi absoluto rechazo a la soja (y a todos los que la rodean).

miércoles, 17 de junio de 2009

La dicotomía de Peña

Murió Fernando Peña. Hace casi exactamente un año, lo entrevisté en su camarín del teatro Margarita Xirgu, donde estaba realizando tres obras de su autoría. Fuimos con dos colegas de multimedia, para grabarlo y hacer un video que acompañó la nota. Hacía muy poco había sido noticia por su fuerte cruce con Luis D’Elía. Algunas cosas que recuerdo:

- El tipo casi ni nos saludó, mucho menos nos dio un beso o nos estrechó la mano. Más bien, nos miró con desprecio hasta que la cámara comenzó a grabar.

- Hizo un par de bromas nada más. Entre ellas, mientras sacaba hielo de una conservadora, pidió que no filmemos hacia allí porque capaz Fontevecchia (director de Perfil) se escandalizaba al ver que ahí guardaba su merca.

- Tomaba wisky mientras hablaba con nosotros, y se maquillaba y arreglaba. Minutos después subiría al escenario.

- Por momentos (sobre todo cuando pregunté por su cruce con D’Elía), parecía que quería comerme viva con los ojos. Después de desviar la charla en otra dirección, despotricaba solito contra el piquetero.

- Cuando se apagó la cámara volvió a hacernos sentir pequeñitos y casi casi nos echó.

- Desde que llegamos hasta que nos fuimos -y usando la dicotomía que él mismo planteó-, estuvimos en un ir y venir entre los “negros de mierda” y la “puta oligarquía”.

Cómo vota la redacción

Me uno a mis colegas Pato, Payito y Nacho, y subo al blog los resultados de cómo vota la redacción de Perfil.com en Capital y Provincia de Buenos Aires. Fuimos 21 los votantes, aunque (valga la aclaración) algunos con domicilio en otra provincia, como yo, no votamos en ninguno de los dos distritos. Aquí, los elegidos:

Capital
Pino Solanas: 9
Carlos Heller: 5
Prat Gay: 3
En blanco: 3
Héctor Polino: 1

Provincia
Néstor Kirchner: 7
Margarita Stolbizer: 7
En blanco: 4
Fracisco De Narváez: 2
Martín Sabbatella: 1

viernes, 12 de junio de 2009

Será...

Últimamente casi no veo mi sombra. Será que ando entre sombras todo el tiempo. Será que el sol se agacha cada vez que salgo a la calle, por la mañana, para ir a trabajar. Será que no escucha las súplicas de mi rostro insulso. Será que los edificios lo tuercen allá arriba, para que no se me arrime. Será que el ruido del estrepitoso tránsito lo asusta. Será que la maraña de pies apurados lo intimida. Será que las ventanas se esfuerzan por empañarse cuando ya estoy adentro. Será que el murmullo de las computadoras lo ennegrecen. Será que a las 7 de la tarde, cuando salgo del trabajo, ya se cansó de esperar…

martes, 9 de junio de 2009

De amagues y encuentros

¡Ay ay ay! Las de vueltas que hay que dar para coordinar una juntada en esta endemoniada ciudad. Hasta con mis amigos de Tucumán, que allá veía en cualquier minuto, acá es una de ir y venir miles de veces para ponernos de acuerdo. Cadenas de mails de acá, mensajes de allá, hoy no puedo, mañana yo menos, el sábado tengo un cumple, el jueves voy al curso y uffff. Buenos Aires enloquece, hasta en los ratos libres… Pero qué intensos son los encuentros después de tantos amagues, ¿no?

viernes, 5 de junio de 2009

Té en ebullición

Miel en los ojos, en la cintura, en los latidos, en los quehaceres. Limón en el cuello, en las palabras, en los pliegues cansados del rostro, en la osadía de su andar. Hierve, espontánea, como el zumbido del agua recalcitrante y efímera. Cabellos desordenados como las hebras de un conjuro de especias. Encantadora mezcla. Provocativa mezcolanza. Disparate otoñal. Miel y limón, para un té de hierbas en ebullición.

martes, 2 de junio de 2009

La “rareza”

La “rareza”, claro, puede tener múltiples significados, según desde dónde se la mire, se la observe, se la sienta, se la perciba. La “rareza” es, de por sí, casi incierta, casi indescriptible, engorrosa y dubitativa. La “rareza” puede transformarse en sinónimo de incertidumbre, de caos, de malestar, de desazón, de comezón interno. Pero también puede asociarse a la belleza, a lo caótico pero lindo, a lo difuso pero con buena espina. La “rareza” es difícil de nombrar. La “rareza” es rara. La pucha si no es rara. Pero qué bonita es cuando hace cosquillitas en la panza.